martes, 2 de febrero de 2016

Cenicienta en Niceto Club





















El reloj marcaba las siete de la noche, minutos mas minutos menos. Cenicienta dejaba por fin la escoba tranquila y viceversa. Con las manos arrugadas de tanto trapear y oliendo a piso sucio, se dirigió a su cuarto cabizbaja. Mientras, en otra pieza, sus hermanas se arreglaban para asistir al gran baile. Cenicienta miraba una y otra vez el flyer del baile: Dancing Mood en Niceto Club haciendo versiones de The Wailers, Gladiators, Skatalites y los más duros del ska y reggae jamaiquino. No podía creer que se los perdería. Por un momento pensó en escaparse por la ventana, pero de todas maneras no tenía dinero para la entrada. Su madrastra no le había dado la mísera “propina” semanal a la que estaba acostumbrada desde que su pobre padre “entregó las herramientas y se fue a conversar con San Pedro”. Sin un cobre en el bolsillo y con mucha impotencia, se echó a llorar. Doblada sobre el regazo de su cama, pensaba que no podría ir al baile donde seguro estaría ese artesano tan sucio y buenmozo que conoció en la plaza de San Telmo. De pronto, el ambiente se llenó de un olor a sahumerio rancio, a maleza dulce que cada vez la atrapaba más. Grande fue su sorpresa cuando de pronto escuchó de fondo “No Woman No Cry” de The Wailers. Y de pronto le hablaron:

- Cenicienta, ¿Qué haces ahí? Párate y deja de llorar
- Pero ¿Quién eres tú? ¿Cómo entraste?
- No importa. Soy la Rasta Madrina, he venido a ayudarte.
- ¿De donde saliste? - preguntó la muchacha con asombro.
- Mis padres son de Abisinia, yo nací en Jamaica, pero eso no viene al caso ahora. Presta atención.
- Dale
- Irás al baile. ¿Tú has fumado alguna vez?
- ¿Cigarro?
- ¡Lo que sea mamita! No hay tiempo para preguntas. Ya, mejor eso no. No deseo tener problemas con la policía.
- Bueno.
- Escúchame bien. Incineraras este sahumerio mágico en todo tu cuarto. El olor se impregnará en tu ropa. Serás invisible ante los giles de la puerta del baile, y ante tus hermanastras. Entraras sin ningún problema. Pero eso si, luego que se haya consumido, abres bien las ventanas de tu cuarto para no dejar evidencias. Sales por ahí mismo. Y por favor, no te comiences a reír como una tonta. Yo me encargaré de tu madrastra. No se dará cuenta de nada.
- Está bien. Iré a arreglarme.
- Otra cosa, escúchame bien. El efecto del sahumerio dura sólo hasta la medianoche, y se recorta aún más si es que te tomas alguna birra.
- Está bien. Muchas gracias Rasta Madrina. Eres lo máximo.
- No tienes porqué. Aquí tienes también unas monedas para el bondi. Ya sabes. Sólo hasta la medianoche. ¡Ah! Y mándale un saludo a los muchachos. ¡Jah Rastafari!

Cenicienta recogió sus dreadlocks, mientras se miraba al espejo y pensaba en lo bien que la pasaría hoy.

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