martes, 21 de junio de 2016

Manual del Perfecto Escritor Latinoamericano III

















Los entrañables desconocidos se dirigieron hacía un salón vacío. El Escritor caminaba tranquilo con las manos en los bolsillos, pensando que fue un craso error haber aceptado la invitación al cóctel. Tras pasar una primera puerta, se acercaron a otra más pequeña. Jesús le hizo una seña al tipo que estaba parado en la puerta. Jesús lo hizo pasar mirando previamente a sus costados, como verificando la inexistencia de algún testigo indiscreto.

La habitación era completamente cúbica, cual pequeña pecera a gran escala. Los muebles, de cuero negro, despedían un olor a naftalina, a santurrona de pañolón blanco. La biblioteca era una suerte de colecciones de tapadura, casi todas con leyes, ordenanzas, historias del Derecho y memorias de algún intelectual de hace muchos años. Al haber entrado, el Escritor sintió un tufillo personal, como si alguien hubiese estado allí, en los momentos previos a su ingreso. Sus sospechas fueron resueltas al divisar un cenicero lleno con ceniza fresca y dos colillas recién apretujadas. Jesús lo invitó a sentarse.

- ¿Te sientes más calmado ahora? No conocía en ti ese fragor con el que me hiciste recordar algunos sucesos nimios en mi carrera “social”- murmuró Jesús con algo de culpa.
- Ya que hablabas de la memoria de la gente, creí justo que seas tú mismo el que recuerde aquellas épocas ..¿no? – dijo el Escritor mientras ojeaba los títulos de la biblioteca.
- Bueno, lo que sea mi hermano. Lo que te vengo a proponer es un asuntillo que estuve tratando desde hace ya unas semanas con mis contactos en algunas organizaciones de base. Pero, primero cuéntame algo ¿Hace cuánto que estas en el país?
- Hace un mes.
- Bien, bien. Durante todo tu periplo, imagino que anduviste al tanto de lo que sucedía en el país, ¿no es cierto?
- Obvio que sí. Pero vamos, al grano ¿A qué se debe este interrogatorio? – respondió el Escritor, un poco ofuscado y distante.
- Sin rodeos. Como sabrás se acercan las elecciones al Congreso. Yo no soy un miembro activo en el partido, pero tengo mi posición aun en el. He formado muchachos en la postura política. Guiándolos en el ejemplo de nuestro líder máximo, un ejemplo de sacrificio y luch….
- ¡Al grano!
- Eres la persona idónea para lanzarte como candidato al Congreso. Si bien, no eres conocido como político activo, esa frescura es la que te convertiría en bolo fijo para la nueva Legislatura. Tengo todo listo. Mañana mismo pasas a inscribirte como miembro activo del Partido, y pasado mañana comenzamos el trabajo con las bases. Para lueg…
- Disculpa, me tengo que retirar- cortó intempestivamente el Escritor.
- Es negocio fijo hermano. Entras al Congreso por el partido y luego te unes al nuevo movimiento que lanzaré luego de las elecciones. Obvio que vamos a medias con el sueldo, ya que tendrías la elección casi ganada No te he comentado que me lanzaré como Presidente al 2016 ¿no?
- Sinceramente me das asco – espetó el Escritor, acercándose a la puerta.
- ¿Tu crees que la invitación de hoy fue porque el Ministro quería verte? – respondió Jesús. Si te dije que he seguido tu carrera no fue un simple y tonto halago para salir del paso. Eres idóneo para el cargo. Los outsiders están de moda hace mucho.

A lo lejos se escuchaba la voz solemne de alguien, que agradecía la presencia de todos los invitados.

- ¿Acaso piensas si quiera, que me voy a prestar para esas chanchadas? Viejo, no me conoces, y no pienso seguir escuchándote – respondió el Escritor como una despedida.
- Supuse que podrías negarte, por eso también reuní unas cuantas fotos en las que sales con unas chicas en alguna fiestita privada de cuando eras joven y… ¿casado?


Intempestivamente, como una ráfaga, un puñetazo se estampó en la quijada de Cuchara Roja. Absorto y tirado en el piso, no podía incorporarse. Sólo atinó a vociferar a voz en cuello que tras ese puñetazo la carrera literaria de alguien se esfumaba en ese mismo instante. No obtuvo respuesta, dado que un portazo había concluido la escena de antemano. El Escritor salió del lugar sin despedirse de nadie. A pesar que tenía muchos amigos a los cuales no había saludado de la manera que se merecían. Sin tener en mucho que pensar, tomó el primer taxi qué pasó.

Outro

- Y para finalizar ¿Qué siente cada vez que termina de escribir un texto?
- Bueno, es algo un poco confuso de explicar con palabras. Yo creo que podría compararlo con la satisfacción plena. Es algo más perceptivo que racional. Además de sentir un alivio grande, ya que el leiv motiv de un escritor radica en la necesidad de tener algo que decir. Un escritor sin problemas, sin motivaciones, sin mierda interna hace que el oficio (si puede llamarse oficio) pierda su esencia. Escribo porque tengo algo que decir, porque en cada lector yo me encuentro a mí mismo, con un ánimo voyerista o fisgón es más, quisiera estar en el momento preciso que se lea algún texto mío, seguir paso a paso al lector en cada palabra leída cada artículo, cada adjetivo, ver sus reacciones, sus gestos, apreciarlo, porque es lo más sincero que un lector puede darte: Su rostro al leer tu texto. Es imposible que pueda engañarte con eso. Las palabras u opiniones, se las lleva el viento.
- ¡Vaya que usted si lleva las letras en la entraña!
- No puede ser de otra manera ¿Acaso usted no ama lo que hace?
- Claro.
- Por eso dicen que los apasionados somos la raza más peligrosa sobre la faz de la tierra. La Historia de la Humanidad se forjó a través de esa visceralidad. Piense en eso.

El joven periodista detuvo la grabadora manual y dio las gracias. Sacó de su mochila un ejemplar y se lo hizo firmar al Escritor. Un apretón de manos selló la entrevista. Mientras el escritor seguía sentado, el periodista se incorporaba para disponerse a retirar.

- Esto sale la semana que viene. Es para un semanario de interés y cultura. Yo le enviaré un ejemplar de cortesía.
- Le estaré muy agradecido. Y no olvide…Siempre tenemos algo que decir.