lunes, 1 de junio de 2015

Una noche















El ambiente tenía una brisa amable y tibia, como augurando la venida de buenas nuevas. El barrio poco a poco se apagaba esperando la venida de otro día más en su existencia. Los negocios apagaban luces, los viejos pasean perros para no tener que limpiar porquerías al otro día. En suma, una noche apacible dentro de un barrio común y corriente. Tito y Tomasín caminaron con dirección a las casa del Chino. Iban muy bien perfumados, producidos para una noche vertiginosa.

- ¡Apura el paso pues Tito! La prima del Chino dijo que estuviéramos a las once en su casa. Sus amigas deben estar ahí también.
- ¡Quien no te conociera diría que estas un poquito angustiado! – respondió Tito burlonamente.

A unos cuantos pasos de la casa se podía observar las puertas abiertas del garaje y el sonido tenue de uno de esos carros nuevos y descartables. El humo del tubo de escape ensombrecía las siluetas de los dos amigos. Dentro, el Chino cerraba la puerta principal de entrada a su sala. Tito y Tomás, aparecían detrás de una nube negra tosiendo nerviosamente.


- ¡Oe Chino dile a tu viejo que le haga mantenimiento al carro! Con razón tienes esas paredes tan sucias pues – comentó Tito, provocando la risa de Tomás.
- Suban de una buena vez, tenemos que estar ahí en 20 minutos. Aquí compré un roncito para ir haciendo las previas.
- Si, nosotros también trajimos unas cuantas latas de chela y unos puchos.

El auto retrocedió hacia la pista. El Chino descendió del carro para cerrar la puerta de su garaje. Avanzaron unos metros. De pronto sonó un chirrido que terminó con una pequeña explosión que hizo temblar el auto.

- ¡Qué mierda fue eso! – Tito y Tomas reaccionaron en coro.
- Tranquilos muchachos, debe ser sólo el arrancador del auto. Anda un poco mal. En estos días mi viejo recibe la pensión. Habrá que cambiarlo. Esperen que bajo a moverlo y seguimos. Ya estamos retrasados.
- Ojalá, por las huevas no has hecho que me bañe y me perfume – refunfuñaba Tito, cruzándose de brazos.

Después de unos minutos de haber levantado la tapa delantera del auto, y dos pateaduras a la llanta delantera izquierda el Chino no sabía como comunicar las malas nuevas: Su carro no andaba más. Sin decir palabra alguna, se sentó en el auto, prendió la radio y comenzó a silbar ante la atónita mirada de sus amigos. Luego de pasada media hora y tras un silencio sepulcral entre los amigos, Tomás se animó a bajarle el volumen a la radio, la cual se iba apagando como sus esperanzas de ligar esa noche.

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