martes, 17 de noviembre de 2015

Rojo Sangre




















Los diarios habían dado cuenta de lo sucedido. La calle Grau dejó de ser anónima por algunos días. Aquella casa de color melón y en estado cuasi ruinoso no dejaba de ser visitada por peritos de la policía buscando indicios de lo sucedido. Los vecinos daban declaraciones a los reporteros mientras tapaban con sus cuerpos las miserias de su rutina hogareña. Lejos de ese escenario, se sintieron unos pasos a lo largo del pasillo y una puerta se abrió de inmediato. El capitán Melchor se acomodó en su escritorio e invitó a la detenida a sentarse. Dos hombres jóvenes acompañaban la escena.

- ¿Señorita ya le tomaron sus datos? – irrumpió el oficial.
- Si.
- ¿Su nombre es? – preguntó el capitán
- Sandra. Sandra Catalina Buendía Torres – respondió con firmeza
- Bueno señorita, déme su declaración de lo sucedido.
- No recuerdo bien, sólo tengo partes sin conexión.


La oficina de color verde militar hervía en suspenso. La luz de un foco acusador alumbraba los rostros que miraban hacia un punto fijo. La acusada fijaba la mirada hacia ningún lugar, de manera que desesperaba aún más a sus interrogadores. Tras posar las manos sobre la mesa, el policía mas joven rompió el silencio.


- ¿Por qué mataste a tu madre? – retrucó el oficial mas joven ¿Qué te pudo hacer para que le asestaras 35 puñaladas? – sentenció.
- No sé.
- ¿Cómo que no sabes? ¿Nos estas tomando el pelo? ¿Sabías que si no colaboras tienes para cadena perpetua? – replicó el policía.
- ¡No sé! ¡Ya les dije que no lo sé! ¡Estoy confundida! – gritó casi enloquecida.
- Bueno Ramírez, el que hace las preguntas aquí soy yo. Dejémosla un rato sola para que se calme y piense en los años que le esperan bajo la sombra – expresó el capitán Melchor un poco hastiado de la escena.

En la oscura calma del cuartucho Sandra pudo recordar algunas imágenes. Vio primero una fuerte discusión con su madre, después una sombra con una voz conocida que la llamaba insistentemente y le señalaba un cuchillo en la cocina, luego todo fue confusión, gritos y mucha sangre. Al cerrar los ojos vio su vida como una proyección acelerada de escenas. Pudo ver los maltratos de su madre hacia ella, las humillaciones a su padre, el hallazgo del cuerpo sin vida de este, el momento cuando los médicos dijeron que papá había muerto por intoxicación, entre otras mas. Derramó unas lágrimas. Al abrir los ojos, a través de la ventana abierta del cuartucho de la comisaría pudo ver la sombra de su padre, que la animaba a saltar al vacío llamándola. En ese instante Sandra reconoció la voz que la animó a acuchillar a su madre.

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